Jode mucho que tantos “líderes” y/o “gurúes” hablen del sentido de la vida sin ningún sentido.

En estos tiempos actuales que se habla tanto de liderazgo como si de autoayuda se tratara, como si todos tuvieran el santo grial del abc de lo que hay que hacer para dirigir a las personas y equipos de trabajo de una manera asertiva y cómo es la cosa —en términos existenciales—, ligar el sentido de la vida con una misión, visión, metas, objetivos y hasta OKR’s y KPI’s, nos está separando del modo funcional de entender la realidad, de lo que significa la palabra sentir, y el verdadero propósito de lo que en este contexto sería ser un buen líder.

Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo:
“Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos.
(Mateo 24:5)

Respetar el sentido de las palabras desde su etimología y, por qué no, desde su episteme —no desde la doxa—, resulta vital para no confundir lo que debería distinguirse como el significado de tener un sentido en la vida. La raíz lingüística con que se escribe este artículo es el idioma español, por lo que el único respaldo institucional a estas palabras será la Real Academia Española (RAE), al momento de cualquier divergencia en la línea de este pensamiento, específicamente en cuanto a la sintaxis y significados, que se ponen en juego aquí.

Ya bien lo dijo Jung: ‘Cuando, al conversar, utilizo palabras tales como “estado”, “dinero”, “salud” o “sociedad”, supongo que mis oyentes entienden, más o menos, lo mismo que yo. Pero la frase “más o menos” es el punto que me interesa. Cada palabra significa algo ligeramente distinto para cada persona, aun entre las que comparten los mismos antecedentes culturales.’ (Jung, 1976).

Según la RAE la palabra sentido se apoya en una única raíz, que es «sentir», de sentimiento, tal cual lo define en su primera acepción: pronunció unas sentidas palabras; o en su segunda: que se ofende con facilidad (resentido); y así con varios significados más. Son tantas las acepciones que se encontrarán si se indaga la palabra «sentido» en el diccionario, que seguro el lector quedará aturdido, cuando lo que se busca con esta reflexión es distinguir por qué muchos dicen que el liderazgo y, el sentido, de una buena vida van de la mano. A raíz de estos tantos significados y con el deseo de poder llegar a una síntesis de lo que propone este artículo, de que muchos líderes se autoproclaman líderes porque le dan sentido a nuestras vidas, se vuelca un resumen de lo que podría ser este “fabuloso” sentido, que estos “fabulosos” ídolos, pueden proveernos a través de metas e indicadores; para que, justamente, este sentido, sea cumplido y medido, porque lo que no se puede medir no puede crecer:

  1. El sentido del sentir, que me da la sensación de sentimiento, de sentirme bien o mal, con ánimo o desánimo; la emoción o afecto que experimenta una persona.
  2. El sentido de los cinco sentidos, que me permite sentir el gusto de un chocolate o el aroma de una flor; que determinará el grado de hedonismo por el que me muevo y el contexto físico con el que me relaciono.
  3. El sentido de la razón, de eso que cuando leo o escucho algo me hace sentido, lo considero razonable.
  4. El sentido de la comprensión, que nos permite entender cuando alguien nos pide algo o nos da una ordenanza.
  5. El sentido de la sensibilidad, en la medida que podamos desarrollar la empatía, como uno de los pilares de la sociedad y evolución.
  6. El sentido de la importancia, de lo que hay que hacer primero y lo que hay que hacer después.
  7. El sentido del instinto, como cuando alguien nos dice “me hace sentido que vayamos por acá, aunque no sé si nos equivocaremos”.
  8. El sentido de la orientación, aquel que nos permite ubicarnos en un lugar geográfico y saber cómo ir a otro.
  9. El sentido de la conciencia, de errar para luego corregir, de perdonar y pedir perdón.
  10. El sentido de la sensatez, como aquella cualidad que nos lleva a tener un buen juicio o un sentido común.
  11. El sentido del parecer, que determina la “prudencia”, las máscaras que queremos mostrar a los demás con el afán de influenciarlos o no.
  12. El sentido de la convicción, que ayuda a mantener una postura y al mismo tiempo argumentarla.
  13. El sentido de tener un proyecto o una vocación, de que voy detrás de metas y objetivos y me permite integrar un plan de acción, no sólo de lo que quiero lograr como resultado en el trabajo, sino en la vida misma.
  14. El sentido del propósito, que nos da el motivo de hacer lo que elegimos ser.
  15. El sentido funcional, que nos hace entender el orden de los sistemas y cómo funcionan los procesos para que un fin pueda lograrse. Aquello que nos dice que si pasamos un semáforo en rojo chocaremos o que si no enchufamos un ordenador nunca encenderá. El orden, el proceso y el propósito del fin en cuestión.

Lo que sí resulta práctico de entender para continuar con este argumento, es que cada una de estas acepciones se apoyan en un solo origen, el sentido, mal entendido como liderazgo, y no como el sentimiento: no por azar la RAE define que la palabra «sentido» deriva únicamente de la raíz sentir. Y la palabra «sentir» proviene del latín «sentire», que significa “percibir, experimentar”, y acá es donde se complica la cosa:

La percepción es un fenómeno que sucede en términos existenciales, mentales y psicológicos; incluso en términos cerebrales, biológico, fisiológico; emocional y físico. Desde un pensamiento, hasta la interpretación que llega al cerebro para activar nuestra amígdala y descargar, por la vía del sistema límbico, la oxitocina o el cortisol, que terminarán determinando una empírica.

Cuando hablamos de percepción ya estamos en el mundo de la interpretación, de lo que creo que es verdad para mí y de cómo, todo ello, está condicionado por mis creencias, que en definitiva se convierten en un hecho, simplemente porque así funciona y así lo vivimos. Muchos de estos líderes fragmentan el mundo de la integralidad e interdependencia de absolutamente todas las cosas, distinguiendo cuándo algo es un hecho y cuándo un juicio, sin siquiera entender que todo el funcionamiento —desde ese primer pensamiento que conforma una imagen y que luego se materializará por la vía de la fisiología y se vivirá como una facticidad—, es un proceso holístico.

A estas alturas seguramente el lector ya se estará preguntando qué tiene que ver todo esto y, cómo, uno de estos líderes —tan de boga—, podría proveernos una holística del sentido de nuestras vidas, con sólo plantearnos metas, establecer objetivos, cumplir con indicadores, tomar decisiones a partir de datos, lograr reuniones ágiles para no perder tiempo y luego darnos feedbak positivo un fin de semana en un hotel frente al mar. Si fuera así, bastaría resolver nuestra existencia aprendiendo cómo utilizar Microsoft Team u otro similar, una metodología del tipo Scrum, Power BI, un Coaching cada tanto y tener un cierto dominio de las redes sociales: ¿Para qué más?… Pero permítame el lector hablar en modo de primera persona —porque no puedo hablar de lo que no he vivido, y no por ser “yoista”, como dicen por ahí, sino por hacerme responsable de lo que pienso—, y me deje verter dos conceptos más para cerrar la previa de la idea y el remate de esta nota:

Primero, sería interesante como acto científico googlear la parabra “liderazgo” y ver lo que resulta de esa búsqueda; en mi caso —porque así funciona mi algoritmo o realidad de lo que busco y quiero aprender—, aparecen ciento setenta y cuatro millones de resultados en cincuenta segundos, y solo en la primera página, excepto con Wikipedia y un par de artículos más, los demás todos están patrocinados. Patrocinados quiere decir que quieren venderte algo. «No puede ser», pienso. Entonces hago la búsqueda en distintas Redes sociales, ¡y lo mismo!, todos queriéndote vender algo. Y acá sí, lo que es peor, la gran mayoría, ofreciéndote un sentido de existencia por el solo hecho de estudiar liderazgo y la falta que te hace aprender esa “disciplina” —no se cómo llamarla— para ser más feliz. «Vamos por más», me dije, y es donde viene el segundo aspecto:

Con este boom de ChatGPT se me ocurrió tener una conversación con la IA y hablar al respecto, que, por suerte, por ahora, no está patrocinada, y que se supone que busca y relaciona en cuestión de segundos toda la información que recauda en la red. Tuvimos esta charla:

  • ¿Cuál es el origen de la palabra “líder” y cómo se relaciona con el sentido?

La palabra “líder” proviene del inglés “leader” que a su vez tiene origen en el antiguo inglés “lǣdan” que significa “conducir, dirigir”. En su sentido más general, un líder es alguien que guía o dirige a un grupo de personas hacia un objetivo común.

El término “líder” está relacionado con el sentido, en el sentido de que un buen líder debe tener una clara comprensión de su entorno y las necesidades de su grupo para poder guiarlos de manera efectiva. Un líder también debe ser capaz de motivar e inspirar a otros, lo que requiere empatía y sensibilidad emocional. Por lo tanto, el “sentido” es una habilidad importante que puede ayudar a una persona a ser un buen líder.

Y seguí (seguime):

  • ¿Cómo mezclarías los conceptos “líder”, “sentido”, “conducta humana funcional”, “valores humanos” y “propósito de vida”? 

El concepto de líder se relaciona con la capacidad de dirigir y guiar a un grupo hacia un objetivo común. Un buen líder debe tener un sentido claro de dirección y de propósito, y basar su conducta en valores humanos sólidos.

El sentido se refiere a la dirección y significado que damos a nuestras acciones y decisiones, y es fundamental para que una conducta sea funcional.

La conducta humana funcional se refiere a un comportamiento efectivo y adaptativo que permite a un individuo cumplir con sus necesidades, metas y objetivos de manera satisfactoria.

Los valores humanos son principios éticos y morales que guían la conducta humana, y pueden incluir la honestidad, la integridad, la justicia, el respeto, etc.

El propósito de vida se refiere a la razón por la cual un individuo existe y a su objetivo o misión en la vida.

En resumen, un líder efectivo debe tener un sentido claro de dirección y propósito, basar su conducta en valores humanos sólidos y guiar a su grupo hacia un objetivo común. Para ello, es importante que el líder tenga una conducta humana funcional y un propósito de vida claro y coherente con sus valores y objetivos. De esta manera, el líder puede inspirar y motivar a su grupo y alcanzar juntos una misión común de manera efectiva.

  • ¿Qué es el liderazgo para vos?

Desde un punto de vista objetivo, el liderazgo se puede definir como la capacidad de influir y guiar a un grupo de personas hacia el logro de objetivos compartidos. Un líder efectivo es alguien que inspira confianza, motivación y respeto, y que tiene la habilidad de tomar decisiones y solucionar problemas de manera efectiva.

El liderazgo también puede incluir características personales, como la integridad, la empatía, la humildad y la capacidad de comunicarse de manera clara y efectiva. Un buen líder es alguien que escucha atentamente a sus seguidores, valora sus opiniones y los trata con respeto y dignidad.

En resumen, para mí, el liderazgo es la combinación de habilidades y características personales que permiten a una persona guiar y motivar a un grupo hacia el éxito.

De acá en adelante le pregunté (como para que me vayas entendiendo hacia dónde quería ir):

  • ¿Pero así no deberían ser las todas las personas en general?

En teoría, sí, todas las personas podrían tener ciertos rasgos de liderazgo y utilizarlos en sus relaciones interpersonales, ya sea en el trabajo, en la familia o en la comunidad. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el liderazgo no es un rasgo innato y que puede ser desarrollado a través de la educación y la experiencia.

Además, no todas las personas tienen la misma capacidad o deseo de liderazgo, y eso está bien. Hay muchos roles valiosos en un grupo o equipo, y no todos requieren ser un líder. Lo más importante es que cada persona encuentre su papel en el grupo y contribuya de la manera que mejor se adapte a sus habilidades y preferencias personales.

  • ¿Por qué el liderazgo no es un rasgo innato, es como si me dijeras que para ser buena persona hay que desarrollarse? ¿Crees en la maldad?

Mi respuesta anterior se refiere a que el liderazgo no es necesariamente un rasgo que una persona nace con, sino que puede ser desarrollado y mejorado a lo largo del tiempo. Algunas personas pueden tener una inclinación natural hacia el liderazgo, pero, aun así, la mayoría de las habilidades y características asociadas con el buen liderazgo requieren práctica y desarrollo continuo.

En cuanto a la pregunta sobre la maldad, como modelo de lenguaje AI entrenado por OpenAI, no tengo opiniones o creencias personales. Pero desde un punto de vista psicológico o filosófico, la noción de la “maldad” es compleja y controvertida. Algunos pueden argumentar que la maldad es un rasgo innato en algunas personas, mientras que otros argumentan que es un producto de las circunstancias y las experiencias de una persona. En cualquier caso, creo que es importante recordar que todas las personas tienen la capacidad de tomar decisiones y actuar de manera positiva o negativa, y que el desarrollo de habilidades positivas como la empatía y la compasión puede ayudar a tomar decisiones y actuar de manera positiva.

  • No te pido tus creencias, te pido la información que manejas, ¿cuál sería la base para decir que alguien es malo?

Desde un punto de vista objetivo, no existe una definición universalmente aceptada de lo que significa ser “malo”. En psicología y ética, el término “maldad” se refiere a acciones o comportamientos que causan daño o sufrimiento a otros seres humanos o a la sociedad en general. Sin embargo, la evaluación de si una acción es “mala” o no puede ser subjetiva y variar según la cultura, la moral y los valores individuales.

En el ámbito legal, la “maldad” se define a través de las leyes y los códigos penales, y se usa para describir acciones ilegales o delictivas que merecen castigo o sanción. Sin embargo, incluso esta definición puede ser controversial y variar según el sistema legal de un país o una región.

En resumen, no existe una definición objetiva o universalmente aceptada de lo que significa ser “malo”, y la evaluación de si una acción o comportamiento es “malo” puede ser subjetiva y variar según el contexto cultural, ético y legal.

  • ¿Entonces podríamos decir que aquel que no hace ningún daño a las personas o a la sociedad es un líder?

No necesariamente. El hecho de no causar daño o sufrimiento a las personas y a la sociedad es un rasgo positivo y deseable, pero no es suficiente para ser un buen líder.

El liderazgo implica guiar y motivar a un grupo de personas hacia un objetivo común, y para ello se requieren habilidades específicas, como la comunicación efectiva, la empatía, la capacidad de tomar decisiones, la resolución de conflictos, entre otros. Por lo tanto, ser un buen líder implica mucho más que simplemente no causar daño o sufrimiento a las personas.

Sin embargo, es cierto que un buen líder probablemente evite causar daño o sufrimiento a las personas y a la sociedad, y que buscará promover valores positivos y soluciones justas a los problemas. En resumen, ser un buen líder es una combinación de muchos rasgos positivos, incluyendo aquellos que minimizan el daño y el sufrimiento.

  • ¿Entonces cómo definirías el liderazgo de Hitler?

El liderazgo de Hitler es ampliamente considerado como un ejemplo de liderazgo malo o negativo, debido a sus acciones terribles y a la ideología de odio y discriminación que promovió. Durante su régimen, Hitler lideró a Alemania en una serie de acciones inhumanas, incluyendo la persecución y el asesinato de judíos, gitanos, personas con discapacidad, homosexuales y otros grupos considerados “inferiores” por el régimen nazi.

Estas acciones son incompatibles con los valores y principios del liderazgo ético y responsable, y causaron una gran cantidad de sufrimiento y pérdida humana. Por lo tanto, el liderazgo de Hitler no puede ser considerado un ejemplo positivo de liderazgo, ni puede ser defendido o justificado en términos éticos o morales.

En resumen, el liderazgo de Hitler es un ejemplo claro de liderazgo negativo y dañino, y debe ser rechazado y condenado por todas las personas que valoran la justicia, la igualdad y los derechos humanos.

  • Pero si Hitler fue un líder, aunque un mal líder debido a las acciones terribles y la ideología de odio y discriminación, pero un líder al fin, tu definición de liderazgo, en que un líder se esfuerza por resolver los conflictos de manera pacífica y justa, y por promover el bienestar y el progreso de su grupo y de la sociedad en general, ¿las acciones que causan daño o sufrimiento a otros podrían ser consideradas como liderazgo?

No, mi definición anterior no es completamente correcta en este contexto. La realidad es que muchas personas pueden tener influencia y control sobre otros, y pueden ser llamados líderes, pero eso no significa necesariamente que sean buenos líderes o que promuevan el bienestar de sus seguidores y de la sociedad en general.

El liderazgo de Hitler es un ejemplo claro de cómo alguien puede ser considerado un líder, pero causar un gran daño y sufrimiento a la sociedad. En este caso, su liderazgo fue negativo y no cumplió con los valores y principios éticos y morales que se esperan de un líder responsable.

Por lo tanto, es importante ser críticos y cuidadosos al evaluar el liderazgo, y reconocer que el término “líder” no es sinónimo de “buen líder” o “líder ético y responsable”. En lugar de aceptar simplemente que alguien es un líder, es importante evaluar sus acciones y su impacto en la sociedad y en las personas que los rodean, antes de determinar si su liderazgo es positivo o negativo.

  • Desde este punto de vista que me acabas de describir y aceptar, ¿cuál sería una definición concreta y objetiva de liderazgo, sin incluir tus términos de “bien común”?

Desde una perspectiva objetiva y neutral, el liderazgo puede ser definido como la capacidad de influir y dirigir a un grupo de personas hacia un objetivo común. Esta capacidad puede ser ejercida a través de la persuasión, la motivación, la inspiración y la autoridad.

El liderazgo no necesariamente implica tener un enfoque en el bienestar o el progreso de un grupo o sociedad, sino simplemente en la capacidad de dirigir y movilizar a las personas hacia un objetivo específico. En este sentido, la definición de liderazgo es objetiva y se centra en la capacidad de liderazgo en sí misma, independientemente de si se utiliza de manera positiva o negativa.

  • ¿Entonces por qué la gente toma el liderazgo como sinónimo de “bien” común y hablan de que ser un líder es ser una persona de bien? Me resultan contradictorias tus definiciones.

Es cierto que la idea de que el liderazgo es sinónimo de “bien común” es una perspectiva muy común y a menudo se asume como verdadera. Sin embargo, como se explicó en mi respuesta anterior, esta idea no es necesariamente objetiva o neutral, y puede variar según la cultura, la historia, la política y otros factores.

Hay muchas situaciones en las que un líder puede dirigir a un grupo hacia un objetivo que no es necesariamente en el “bien común”, como en el caso de líderes militares que lideran a sus tropas en una guerra, o líderes políticos que promueven agendas polémicas.

Por lo tanto, aunque la idea de que el liderazgo es sinónimo de “bien común” es ampliamente compartida, no es necesariamente una verdad objetiva. Es importante ser críticos y evaluar cuidadosamente las acciones y los objetivos de un líder antes de determinar si su liderazgo es positivo o negativo.

Y seguí hablando con la IA por largo rato más y buscando fuentes por todos lados, incluso en mi querida y “vieja” biblioteca, aunque esta charla me basta para seguir con el artículo y poder rematar la idea que tanto ahínco tengo por compartirte. 

No es que esta conversación con ChatGPT no me despertó ciertas dudas y un montón de motivación para seguir hablando del tema, aunque acá es justamente donde te pedí el permiso de hablar de mi experiencia. En los pocos más de los cincuenta años que llevo viviendo, he facilitado, fácil, a más de mil equipos de trabajo, cada uno con sus “líderes”, en al menos cien empresas (a esto me dedico). Y juro por mis hijos —¡y me incluyo también en esta muestra!—, que no he conocido un líder, hasta ahora, que diga la verdad y sea honesto el cien por ciento de las veces; no he conocido a nadie en estos ámbitos que no haya sido dictatorial, déspota o nocivo, para unos pocos o para unos cuantos, cuando los zapatos apretaban y, la cultura que querían inspirar ya no importaba tanto, por el hecho del poder, las estrategias o el interés personal. Muy lamentablemente, lo que he vivido y vivo en las Organizaciones, por más naranjas o teals que sean (xxxx, xxxx), el liderazgo del que se habla en Google u otras Redes Sociales, o del que refiere ChatGPT, en la gran mayoría de mis casos, no es el que es.

Al contrario, diría que es al revés, los liderazgos con que me he topado, en mi experiencia, en esencia, son más parecidos al liderazgo de Hitler que al de la Madre Teresa, Gandhi, Luther King o Mandela, salvando el extremo y la psicopatía del ejemplo. No quiero generalizar porque entiendo perfecto el metamodelo lingüístico de Robert Dilts y cómo funciona la PNL, pero casi todos los líderes con que he trabajado han mentido, ¡y mucho!; han atacado, y no excepcionalmente; han manipulado en pos de sus intereses particulares, y sin culpas. La mayoría de ellos han perdido su integridad en el momento que más se requería, aun habiendo estudiado en grandes escuelas de negocios, trabajado sus emociones hasta hacerse especialistas e, incluso, que sí que estos son muy pocos pero igual hacen alarde, han caminado por el fuego y “dominado” su ego. Aun así, aun habiendo caminado por el fuego para dominar esos egos, las mentiras, manipulaciones, relaciones especiales —supuestas estrategias engendradas con ciertas personas que son funcionales al propósito— y ataques, son la moneda corriente. Se sienten intocables.

Se me viene Elena Ferrante a la cabeza (La Vanguardia, 2020) y sus palabras:

De niña era mentirosa, con frecuencia me castigaban por mis mentiras. Alrededor de los catorce años, tras muchas humillaciones, decidí crecer y no mentir más. Pero poco a poco descubrí que mientras mis mentiras infantiles eran ejercicios de imaginación, los adultos, tan contrarios a los embustes, se mentían a sí mismos y mentían a los demás con naturalidad, como si la mentira fuera el instrumento fundamental para darse coherencia, para atribuirse sentido, para resistir la comparación con el prójimo, para mostrarse a los hijos como un modelo autorizado. De una parte de esta experiencia adolescente se nutren las vicisitudes de Giovanna.

Vuelvo al sentido de vida que estos “líderes” dicen que nos ofrecen. Vivimos en la época de la egomanía del liderazo, la egomanía de los gurúes y la egomanía espiritual. Todos, lo mucho —creo— que conozco, me incluyo, queriendo enseñar la luz; pero ni por casualidad mostrar nuestras sombras. Cuando, en realidad, lo único que nos separa de la luz es justamente lo que no queremos mostrar. Nos escondemos detrás de las mentiras pata lograr ciertos resultados, entonces manipulamos y atacamos, defendemos y nos justificamos, mientras hablamos de las soft skills y el sentido de felicidad que sentiremos por tener una meta en la vida. ¡El famoso y tan bienaventurado existencialismo!

Reflexiono sobre el sentido de vida que estos “líderes” pretenden ofrecernos y me doy cuenta de que vivimos en una época dominada por la egomanía del liderazgo, los gurús y la espiritualidad. Todos, incluyéndome, anhelamos enseñar la luz, pero evitamos mostrar nuestras sombras. Paradójicamente, lo que nos separa de la luz es precisamente lo que ocultamos. Nos escudamos detrás de mentiras para lograr ciertos resultados, manipulando, atacando, defendiéndonos y justificándonos, mientras hablamos de soft skills y la búsqueda de la felicidad a través de objetivos en la vida.

Quizá mi ideal sea considerado demasiado utópico, pero un verdadero líder, que también es una persona auténtica, es aquel que simplemente es genuino. Dice la verdad, sin pretensiones. No tiene intenciones de manipular o controlar a otros, y mucho menos de atacar o utilizar el ataque como argumento de defensa.

En lugar de buscar líderes egocéntricos, anhelo un liderazgo basado en la verdad, la honestidad y la autenticidad. Un liderazgo que acepte y abrace las sombras, porque solo a través de la transparencia y la sinceridad podemos alcanzar una verdadera conexión con los demás y con nosotros mismos. Es momento de dejar atrás la egomanía y abrazar la humildad y la compasión en nuestro camino hacia un liderazgo auténtico y significativo.

¡Es mi búsqueda!

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